Las rutinas y el contrato social

Daniel Grifol — № 2 con Ruben Alzola

Mi vida, como la de muchos otros, es básicamente una sucesión de días muy parecidos entre sí salpicados de momentos especiales.

En la televisión siempre hablan de romper con la rutina, de no dejar que la rutina nos aplaste… Todo eso es verdad, pero dan por sentado que la vida es una sucesión de rutinas, y nunca nos hablan de lo bueno que es para nosotros tener esas rutinas.

Yo siempre comento que llegué al mundo de la productividad personal partiendo absolutamente de cero.

Hubo un momento en mí vida en el que me levantaba por las mañanas y no sabía nada de lo que iba a pasar a lo largo del día. Yo entonces era un freelance al que presionaban muy poco, por lo que podía pasarme días enteros sin trabajar o pasarme días enteros trabajando sin dormir, dependiendo de lo que me apeteciera.

No sabía lo que comería ni dónde. Muchas de las veces, ni siquiera estaba seguro de donde dormiría.

Vivía con una libertad absoluta que no me hacía feliz Sí, tenía libertad absoluta para hacer lo que me diera la gana y, para ser franco, no era feliz.

Emprender nuevos proyectos me costaba mucho y cuando los emprendía, nunca conseguía llevarlos hasta el final. Pasaba todo el día tomando decisiones sobre cosas absurdas y organizando mí mundo en torno a estas decisiones. Por ejemplo, si un día me apetecía irme a casa de un amigo a hacer una barbacoa, tenía que comprar carne, llamar a los invitados, ir a casa de mí amigo… En definitiva, organizaba todo el día a partir de esa decisión. Y esto cada día, con cada pequeña elección. Lo mismo me acostaba a las nueve de la tarde que a las tres de la mañana. Mí día a día estaba completamente desestructurado y, por extensión, mi vida entera.

Gracias a las rutinas que establecí, pude crecer

Fue a partir del momento en el que decidí empezar a crear rutinas cuando mi vida empezó a mejorar y comencé a sentirme más realizado. Es curioso pero, aunque ya no puedo hacer lo que quiera cuando me dé la gana, vivo muchísimo mejor: tengo un trabajo que me apasiona, me encuentro mejor físicamente, mis relaciones personales han mejorado y me divierto más con las cosas que me apetece hacer.

En resumen, he crecido como persona y como profesional. ¡Qué demonios! Estoy escribiendo en Productive! Magazine. Algo estaré haciendo bien. ¿Pero por qué exactamente son tan buenas las rutinas si a lo que parece que aspiran muchos es a poder hacer lo que les apetezca en cada momento?

Hace unos días que viví una de estas epifanías que ocurren de vez en cuando.

Leyendo un libro de filosofía escrito en el siglo XVIII por Rousseau llamado “El Contrato Social”. Allí, me topé con esta frase que me hizo pensar:

“Lo que el hombre pierde por el contrato social es su libertad natural y un derecho ilimitado a todo lo que intente y que pueda alcanzar. Lo que gana es la libertad civil y la propiedad de todo lo que posee.”

Desarrollando esta idea de contrato social a lo largo de todo el libro, Rousseau argumenta cómo es positivo que existan las estructuras sociales y las relaciones de poder porque, de este modo, los hombres hacen su vida más confortable. Cediendo libertad individual, la humanidad puede aspirar a algo más que a pelear por su propia supervivencia. Sin estructuras sociales, nos convertiríamos en individuos sujetos a los azares del destino y nuestras preocupaciones serían del tipo cómo voy a conseguir comida hoy, cómo hacer que un animal no me devore o cómo cuidar a mis hijos hasta que puedan valerse por sí mismos.

¿Puedes ver el paralelismo con mi vida como freelance?

En cierto modo, creo que la elección que tenemos todos de crear rutinas puede verse de un modo muy similar a la idea del contrato social de Rousseau. Estableciendo una nueva rutina realmente lo que estamos haciendo es renunciar a nuestra libertad de poder hacer cualquier cosa en un momento puntual del día para dedicarla a algo en concreto. A cambio, ganamos la libertad de llevar una vida más confortable y somos así dueños absolutos de nuestro tiempo libre.

Creo que las rutinas son una forma más común que tenemos las personas de gobernar nuestro tiempo. No es casual la elección de la palabra gobernar. Del mismo modo que los individuos renunciamos a ser totalmente libres por separado para que un gobierno vele por nuestros intereses colectivos, podemos renunciar a disponer totalmente de nuestro tiempo para que nuestras rutinas nos ayuden a alcanzar nuestros objetivos vitales.

Creo que las rutinas son una forma más común que tenemos las personas de gobernar nuestro tiempo.

El gobierno del tiempo.

Mediante la creación de un gobierno del tiempo fijamos las normas que enmarcan la estructura temporal de nuestro día a día, de la misma manera que un gobierno político crea un marco legal que establece y cuida de que se cumplan las normas de nuestra sociedad.

Una vez liberados de la carga de tener que gestionar nuestro tiempo para cumplir con nuestras obligaciones más básicas, podremos disponer del tiempo restante para dedicarlo completamente a otros menesteres. Ocurre exactamente lo mismo cuando cedemos la carga de pelear por la supervivencia y la propiedad a nivel primario a un poder social, eso nos permite disponer de nuestros recursos para hacer algo más que simplemente vivir. En ambos casos, lo más probable es que dediquemos ese tiempo y esos recursos a intentar ser felices, sea lo que sea que signifique para cada uno. Piensa en las repercusiones que tendría el no vivir dentro de una civilización en nuestra existencia como colectivo. Sin la creación del contrato social la humanidad viviría todavía en cavernas, no se hubiera inventado la escritura ni la agricultura y probablemente la población mundial no pasaría de un puñado de miles de personas. Piensa en las repercusiones que tendría el no tener hábitos bien definidos en nuestra existencia como individuos. Sin rutinas nunca podríamos abarcar un proyecto de cierta envergadura como estudiar, no resultaría complejo convivir con nuestros seres queridos y viviría menos tiempo y con menos calidad de vida.

Del Contrato Social… Al contrato de Rutinas…

El contrato social nos ayuda a desarrollarnos como colectivo del mismo modo que las rutinas nos ayuda a desarrollarnos como personas.

Por ello, conscientemente, tomó la decisión de renunciar a mí libertad de hacer lo que quiera ahora mismo para adquirir la libertad de hacer lo que quiera con mi vida.

Foto: Flickr / Novemberdelta CC BY-NC-SA 2.0

Daniel grifol

Daniel Grifol

Daniel Grifol es especialista en SEO y Desarrollo Web. Su afán por mejorar le ha llevado a convertirse en un complete apasionado de la productividad personal y del mundo de las metodologías ágiles.

El blog de Daniel Daniel en Twitter Daniel en Facebook